La terapia cognitivo conductual (TCC) considera que nuestros pensamientos y sentimientos juegan un papel fundamental en nuestro comportamiento.
Nuestra forma habitual de pensar, sentir y actuar la hemos aprendido a través de la interacción con nuestra familia, parejas… Por ello, sentimos ansiedad en algunas situaciones, alegría en otras, y resolvemos ciertos problemas, mientras que otros se nos van de las manos.
Algunos de estos aprendizajes nos ayudan a sentirnos bien, a relacionarnos adecuadamente con los demás y a lograr lo que nos proponemos. Otros, en cambio, nos generan dolor y sufrimiento, dañan nuestra salud y nuestras relaciones interpersonales. Estos últimos son los que modificamos en terapia.
Las características de la TCC son las siguientes:
- Es de corta duración, en comparación con otros tipos de psicoterapia.
- La terapia se puede realizar de forma individual, en pareja, o en grupo.
- Es activo-directiva, esto significa que los cambios requieren compromiso y un rol activo por parte paciente, quien no se limita a acudir a las sesiones, sino que además va produciendo cambios graduales en su vida cotidiana. El terapeuta es directivo: complementa la escucha con intervenciones que promueven no solo la reflexión sino además la acción.
- Se incluyen tareas para realizar entre las sesiones, como forma de poner en práctica los aspectos trabajados en la consulta.
- Está orientada al presente.