La muerte de un familiar o un amigo cerano suele provocar un dolor profundo, que se caracteriza por sentir confusión, tristeza, angustia, impotencia, tensiones musculares , pérdida de apetito o de sueño… Sin embargo, el duelo no es una enfermedad. El duelo es la reacción normal ante una pérdida o una separación.
La mayoría de las personas se recuperan de la pérdida con sus propios recursos. Aunque algunas circunstancias pueden dificultar esa recuperación:
- Que la muerte haya sido repentina, traumática o violenta.
- Que haya habido una relación conflictiva, ambivalente o dependiente con el ser querido.
- Vivir al mismo tiempo otras pérdidas o dificultades.
- Que le cueste adaptarse y responder en situaciones de crisis o adversidad.
Cuando uno está inmerso en el dolor del duelo parece que nunca va a poder salir de ahí pero todo lo que comienza tiene un final. Terminar el duelo no es de ningún modo olvidar al otro, terminar es darle un lugar en lo más íntimo de nosotros, donde podremos seguir queriéndolo siempre, donde sus recuerdos permanecerán intactos y que nos permitirá abrirnos de nuevo a la vida que sigue.
¿Cómo hacer frente al duelo?
Cada duelo es diferente y llevará algún tiempo mejorar. Sin embargo, se puede elaborar más fácilmente la pérdida si:
- Hablamos sobre la muerte del ser querido con la familia y los amigos. Aunque sea doloroso recordar ese momento, hablar de él nos facilita comprender lo que ha sucedido y recordar a la persona fallecida.
- Aceptamos las emociones negativas: es natural que te sientas triste o abatido, permítete sentirte así. Reconocer esos sentimientos, nombrarlos y expresarlos evitará quedarse estancado o bloqueado en ellos, las emociones seguirán su curso y pasarán.
- Nos cuidamos. Comer bien, hacer deporte y descansar te ayudará a seguir adelante.
- Recordamos y honramos al ser querido: enmarcar fotos de momentos felices, plantar un jardín en su memoria…